El argumento cosmológico Kalam se puede resumir de la siguiente manera:
Todo lo que comienza a existir tiene una causa.
Este punto establece que no hay cosas en nuestra experiencia que simplemente aparecen sin una causa que las produzca. Es una premisa basada en la observación empírica y en el principio de causalidad.
El universo comenzó a existir.
Desde el punto de vista filosófico, se argumenta que no puede existir una serie infinita de eventos pasados porque sería imposible atravesar una cantidad infinita de momentos para llegar al presente. Desde el punto de vista científico, se hace referencia a la teoría del Big Bang y a la termodinámica para argumentar que el universo tuvo un comienzo.
Por lo tanto, el universo tiene una causa.
Dadas las dos premisas anteriores, se concluye lógicamente que el universo debe tener una causa para su existencia y esta causa es Dios.
Este argumento ha sido promovido y defendido por filósofos como William Lane Craig. Personalmente, encuentro este argumento como una herramienta valiosa al dialogar con personas de perspectivas ateas o agnósticas. No se trata de convertir o persuadir, sino de presentar una perspectiva que desafía la idea de que la ciencia, por sí sola, tiene todas las respuestas. Es una invitación a reflexionar sobre la naturaleza misma de la existencia y a considerar si detrás de ella podría haber una inteligencia o propósito mayor.
Cabe señalar que para muchos creyentes, como yo, el argumento cosmológico no es simplemente un juego mental o una mera especulación. Es una evidencia más que refuerza la idea de que nuestra fe no se basa en simples emociones o deseos, sino en la razón y en tener fundamentos sólidos para nuestras creencias. La fe y la razón no son mutuamente excluyentes; de hecho, pueden complementarse y enriquecerse mutuamente.